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urbanismo regular y regulado

Presentación Morfologia

La regularización de los trazados y la “escenificación” de la vida pública característicos de los austrias y de las obras de sus capitales (Lisboa, Madrid o Valladolid) se expresan en los trazados regulares, en nuevas plazas, en la “castellanización” de algunos trazados (São Luis, Belém,…), y en el inicio de procesos de planificación de fortalezas, de poblaciones, y de territorios (Teixeira, 2000; Martins Garcia, 2005).

El urbanismo comparado, en el tiempo y en el espacio, nos ha obligado a un gran esfuerzo de comprensión del contexto. La inclusión del urbanismo hispánico en el contexto más amplio, el castellano, y su papel en el tiempo, la América Colonial, antes y después de la Unión Ibérica, nos llevó a construir una metodología propia, la de los movimientos. Este método además de servirnos para avanzar en la tesis nos va a permitir estructurar en un futuro análisis más detallados de la construcción histórica del territorio americano.

Permanencias y abandonos de las formas y los modelos urbanos ibéricos medieval y renacentista van a producirse durante la construcción de esa nueva forma de urbanismo hispánico. Las interacciones, herencias, y permanencias se producen en la fortificación, en el carácter de las plazas, en los tamaños de los trazados y en los cambios legislativos  (Berthilde Moura Filha, 2004; Berthilde Moura Filha, y otros, 2003).

Las inmanencias medievales del urbanismo ibérico  se verifican en el uso de la iglesia como elemento estructurador de la ciudad y en las fortificaciones  (Cruxen, 2011). En el territorio, en la continuidad con las legislaciones precedentes, se manifiesta el carácter señorial de las explotaciones agrícolas y en el trazado de algunas de las defensas (Calmón, 1959). La huella de la reconquista y de de sus instrumentos es aún evidente en el Brasil hispánico.

Al mismo tiempo se están sentando las bases del estado moderno (Hespanha, 1999) mediante una regularización progresiva de los trazados, mediante el uso de la monumentalidad y teatralidad en el espacio urbano (actuaciones en Rio, Salvador, etc…), de las fiestas  (Guerreiro, 1581) o a través de la incorporación de elementos característicos en las plazas como el ‘pelourinho’ (Mattos, 1978).  Importantes también serán las experiencias misionales y la construcción de un modelo de población que servirá para crear una inmensa red sistemática y acorde a modelos de poblaciones indígenas de frontera (Gutiérrez Dacosta, 1985).

Urbanísticamente se produce una fusión de las herencias portuguesa y española. Manteniendo la selección del lugar y la adaptación como elementos esenciales, el urbanismo “hispánico” incorpora criterios de regularidad y de planificación, de sistematización y de vocación de permanencia, que serán definitivos en las formas de urbanización de Brasil. La geometría, la tratadística y la cultura de la planificación se incorporan al urbanismo brasileño y tendrán una importante continuidad  hasta el periodo de la ilustración pombalina (Rossa, 2010).

El urbanismo “barroco” de los Austrias que considera la ciudad como un escenario para los eventos de gobierno permanecerá durante el barroco brasileño, con influencias portuguesas, sin duda, pero como una construcción de herencia ibérica. El papel relevante y trascendente la Iglesia será reforzado con la presencia de las órdenes que en los primeros años de la Unión Ibérica se posicionarán en las cinco ciudades capitales (Salvador, Rio, São Paulo, Santos, Olinda) y en otros puntos y poblaciones de la costa y del interior (Teixeira, 2001).

Los ritos en los espacios barrocos trasformarán la ciudad doméstica en la ciudad como símbolo y ostentación más allá del respeto a las ordenanzas y reglamentos (Guarda Geywitz, 1965). Los ejemplos más claros se dan en Rio o Salvador pero también, por ejemplo, en el urbanismo misional (capillas posas). El culmen de este proceso abierto en la etapa filipina será, sin duda, el periodo barroco y las actuaciones de la Corona en las capitanias del interior minero (Vasconcellos, 1959; 1979).

Las diferencias regionales, denominadas como ‘miscigenização’ (Teixeira, 2000)se funden y se olvidan en el urbanismo ibérico porque apuesta por una identidad y unidad de la colonia que contribuirá al nacimiento de un sentimiento nacional.

En la ciudad portuguesa los edificios singulares se establecen a través de la selección de lugares topográficamente más destacados, mientras en la castellana se sitúan en torno a la plaza mayor y otros lugares principales que articulan el trazado. En el periodo filipino se fusionarán ambas tendencias, pues las ciudades se “regularizan” a partir de decisiones previas (planificación o urbanismo) como la propia Salvador o Rio de Janeiro (São Bento e morro do Castelo) o de decisiones geoestratégicas como las fundaciones de las ciudades reales (João Pessoa, Belém, São Luis,…).

Según Teixeira (Teixeira, 2001), las plazas pasan de función a representación, de un papel de utilidad en lugares dominantes a un papel representativo del poder. Las plazas se siguen diversificando y especializando en el urbanismo hispánico.

 

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